En una
primera apreciación se podría considerar la adicción al teléfono
móvil como perteneciente a las adicciones sin sustancia, también
llamadas adicciones psicológicas. Sin embargo, a diferencia de
estas, el teléfono móvil emite microondas que alcanzan al cerebros
y por ello las investigaciones se dirigen a fijar hasta qué punto
esta adicción podría tener una base fisiológica. En este artículo se
hace una breve re v i s i ó n de estos estudios donde se analizan
los efectos comprobados de estas radiaciones que pueden acercarnos a
la idea de un posible efecto adictivo, parecido al que provocan las
drogas convencionales. Por lo que los autores se atreven a llamar la
atención sobre el abuso que hacen los jóvenes, cuyos cerebros en
vías de maduración pueden acusar los riesgos derivados del uso
indebido, y consideran que habría que educar en la utilización
responsable del móvil.
La
investigación sobre las adicciones a las nuevas tecnologías y
especialmente sobre el abuso del móvil es escasa, debido por una
parte a su gran complejidad y por otra a la novedad de estos
fenómenos sociales.
Con frecuencia existen dificultades para distinguir entre el uso
normal de una sustancia o una tecnología moderna frente al abuso y/o
la adicción.
En general se decide si existe o no tal abuso/dependencia, primero
por la intensidad y frecuencia de su uso, más objetivamente por la
cantidad de dinero invertido y posteriormente por el nivel de
interferencia que tendría dicho proceso sobre las relaciones
familiares, sociales y laborales de cada individuo en cuestión. Así,
la interferencia o restricción significativa en el desarrollo
íntegro del individuo se correlacionaría con el nivel de compulsión
o imposibilidad parcial o total de controlar su uso, como rasgo
común descrito en cualquier actividad implícita
en un menoscabo del grado de libertad o de dependencia individual.
Además, cuando hablamos de adicción nos estamos refiriendo a la
existencia de conductas compulsivas o ajenas al propio control que
alejan a la persona de sus comportamientos habituales.
Los manuales más utilizados en la clasificación y diagnóstico de los
trastornos mentales y de comportamiento (DSM 4, CIE 10) coinciden en
considerar la “dependencia a sustancias” como el conjunto de
fenómenos comportamentales, cognoscitivos y fisiológicos que se
desarrollan tras el consumo reiterado de dicha sustancia y que
típicamente incluyen: un deseo intenso de consumir la droga,
dificultades para controlar su consumo, persistencia en el consumo a
pesar de las consecuencias dañinas, mayor prioridad dada al consumo
que a otras actividades y obligaciones, aumento de la tolerancia y,
a veces, un cuadro de abstinencia física. Otros conceptos, como el
uso (ocasional, frecuente...), abuso y adicción complican y matizan
los diagnósticos.
NOTICIAS Y SONDEOS
Cada
vez son más frecuentes en los medios las noticias sobre “adicción”
al móvil. Los estudios basados en encuestas y observaciones en
diferentes países están llegando a las mismas conclusiones:
especialmente los jóvenes son inseparables de sus teléfonos.
Según los últimos estudios, uno de cada tres jóvenes admite estar
enganchado al móvil.
Un estudio elaborado por la oficina del Defensor del Menor de la
Comunidad de Madrid en 2004 a través de la organización
“Protégeles”, basado en una encuesta realizada sobre niños y
adolescentes entre 11 y 17 años concluyó que “en ausencia del móvil,
el síndrome es una realidad constatable, no una exageración”. El 38
por ciento de los jóvenes madrileños se sienten «intranquilos»,
«agobiados» o «lo pasan fatal», si tienen que prescindir del móvil,
normalmente por avería o castigo. De acuerdo con los especialistas,
el abuso del móvil puede ser tipificado como “un desorden de
adicción que es necesario atajar cuanto antes...” (Paniagua, 2005).
La Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, a través de la
Agencia Antidroga, presentó
recientemente, dentro del conjunto de programas de prevención de
drogodependencias destinados a los centros escolares de la región,
un proyecto piloto titulado «Prevención de la adicción a las Nuevas
Tecnologías». Un estudio de la Universidad de Navarra concluye que
los jóvenes entre 15 y 19 años reconocen su adicción al móvil (Naval
et al., 2004). Otro estudio realizado lejos de nuestras fronteras,
en Corea del Sur, muestra que los jóvenes de ese país sufren
dependencia de la tecnología y que el 30% padecen estados de
confusión y depresión transitoria cuando no pueden utilizar el
móvil. Por último, científicos británicos concluyen que cada vez más
gente se está volviendo adicta a los teléfonos móviles, lo que está
causando estrés e irritabilidad (BBC, 2006). El doctor David
Sheffield, de la Universidad de Strafford shire, encontró problemas
de conducta relacionados con el uso de teléfonos móviles entre 106
usuarios estudiados. Un 16% de los entrevistados tenía un problema
de conducta relacionado con el uso
del móvil. Los resultados
mostraron que, cuando se reduce el uso del móvil, disminuye la
presión sanguínea.
SIMILITUDES CON EL PROCESO ADICTIVO CONVENCIONAL
Aunque las
clasificaciones internacionales
que se emplean habitualmente
en psicología clínica consideran las
adicciones y los trastornos de control
de impulsos como entidades independientes,
tienen muchas similitudes, de hecho
muchos autores consideran el juego
patológico como una adicción sin sustancia
(Tirapu et al., 2004).
A primera vista parece complicado hablar
de un “adicto al móvil” como se habla de
adictos a las drogas, pero si nos
detenemos a analizar esta situación no es
difícil establecer características comunes
a ambos fenómenos.
Frente a los usuarios moderados de móvil,
los “adictos” presentan un estado de
alerta o vigilia permanente hacia
cualquier señal que provenga de su
aparato, que provoca la necesidad casi
compulsiva e incontrolada de consultar el
móvil constantemente, independientemente
de la actividad que estén realizando.
Parece que necesitan dedicar cada vez más
tiempo al mismo (¿tolerancia?) y dicho
aparato empieza a ocupar un lugar
prioritario en su vida. Además, estudios
recientes en “adictos” que dejan de usar
sus móviles, han descrito lo que podría
considerarse como un síndrome de
abstinencia psicológica y física. Dicho síndrome se caracteriza
por síntomas concretos de angustia,
ansiedad, nerviosismo, irritabilidad, etc.
Estas manifestaciones desaparecen cuando
se reestablece el uso del móvil. En el
comportamiento adictivo al móvil también
suele haber problemas de autoestima o
inseguridad, dificultad para las
relaciones interpersonales, aislamiento y
otros factores emocionales.
Empiezan a aparecer también casos
reales que piden rehabilitarse en Centros
específicos de rehabilitación de drogas (Bononato,
2003).
BASES NEUROFISIOLÓGICAS DE
LA ADICCIÓN
Dentro de la
perspectiva psicobiológica, desde hace
años se vienen realizando investigaciones
sobre las bases neurofisiológicas de las
adicciones (Snyder, 1996). Se pretende
averiguar qué neuro transmisores
intervienen y en qué zonas del cerebro
actúan, cuando una persona presenta un
trastorno por el uso de sustancias
adictivas. El neurotransmisor más
implicado (no el único) en este sistema es
la Dopamina. Aunque cada droga posee un
mecanismo de acción concreto, todas ellas
interfieren en mayor o menor medida
sobre un circuito neuronal de recompensa
denominado “Sistema Dopaminérgico
Mesolímbico”, que favorece por medio de
sensaciones placenteras los
comportamientos adaptativos. El sistema de
recompensa se sitúa principalmente en las
estructuras más antiguas del cerebro,
donde se localizan
los procesos de supervivencia no accesibles
al procesamiento consciente o
voluntario. Conocemos la existencia de
diversas sustancias naturales y actividades
que inciden sobre dicho sistema y
que muestran propiedades re f o r z adoras
positivas (comida, bebida, comportamiento
sexual, etc.). Concretamente los
receptores opioides del cerebro de los
mamíferos se concentran mayoritariamente
en el sistema límbico, que regula, entre
otros, el comportamiento emocional. Por
esta razón la necesidad de consumir se
produce en a p a rente ausencia de un
pensamiento racional consciente y aquí
radica una de las dificultades de salir
del circulo vicioso de la droga.
Las drogas de abuso tienen en común
su habilidad para servir de reforzador
positivo, y de controlar el comportamiento
de forma similar a los reforzadores
positivos naturales. La diferencia es que
los reforzadores naturales acceden
normalmente al sistema de recompensa a
través de las vías sensoriales, mientras
que las drogas estimulan directamente
dicho circuito. Las drogas de abuso crean
una señal en el cerebro que indica
falsamente la llegada de un beneficio
adaptativo. Esta señal cerebral provoca, a
su vez, un aumento de la frecuencia del
consumo desplazando a conductas
adaptativas (Tirapu et al., 2004).
EFECTOS DE LAS RADIACIONES
DEL MÓVIL EN EL CEREBRO
Como hemos
mencionado, la adicción al móvil en
principio podría enmarcarse en el tipo
conocido como “adicciones sin sustancia” o
“adicciones psicológicas”, entre las que
se encuentran también el uso patológico
del juego, los videojuegos o Internet. Las
adicciones psicológicas son aquellas que
no lo son a las sustancias químicas pero
en las que también se da relación de
dependencia y cierto grado de pérdida de
control del sujeto (Echeburúa y Fern á ndez-
Montalvo, 2002). Sin embargo, a
diferencia de ellas, el teléfono móvil
emite microondas, radiaciones electromagnéticas
moduladas de alta frecuencia
(llamadas también radiofrecuencias), que
interfieren en importantes sistemas
(nervioso, reproductor, endocrino,
inmunológico...), así como en procesos y
estructuras característicos de los seres
vivos: ondas cerebrales, barrera
hematoencefálica, glándula pineal, ADN,
etc. (Salford, 2003; Kramarenko, 2003;
Navarro et al., 2003; Reflex, 2004;
Balmori, 2004). Las relaciones de
dependencia o adicción a los móviles
podrían tener una base fisiológica, por
las perturbaciones que provocan las
microondas en los neurotransmisores, en
las sinapsis nerviosas y en el circuito de
recompensa cerebral. Estos efectos están
investigándose y es temprano todavía
para conocer las bases neuro f i s i o l ó g icas
de la conducta adictiva para los
móviles. En esta breve revisión
analizaremos los efectos comprobados de
estas radiaciones a nivel de los
neurotransmisores y de los receptores
postsinápticos, que pueden acercarnos a
la idea de un posible efecto adictivo
parecido al que provocan las drogas
convencionales. El científico americano
Henry Lai, del laboratorio de
investigación en bioelectromagnetismo de la Universidad
de Washington, descubrió que las microondas
aumentan la actividad de las
endorfinas cerebrales u opioides endógenos
(base biológica de la adicción al opio y
su derivados, y al alcohol) de acción
semejante a la morfina. Incluso el propio
Lai (comunicación personal) relataba como
médicos rusos utilizaban microondas en
pacientes con “craving” por la heroína,
aunque con resultados inciertos.
De esta forma se podría sugerir la
existencia de una acción “opiáceolike”
semejante a la de los pro p i o s opiáceos
y el alcohol, como responsable en parte de
sus efectos placenteros, “craving” y del
refuerzo positivo observado en los adictos
al móvil (Laiet al., 1992a; Lai, 1997).
En otro estudio del mismo autor, los
efectos de la radiofrecuencia en el hipocampo
fueron bloqueados por un
pretratamiento de las ratas con antagonistas
opiáceos como la naloxona y la
naltrexona, lo que sugiere que las radiofrecuencias activan opioides
endógenos del cerebro (Laietal., 1989a).
También comprobó que los receptores
de la benzodiazepina (BDZ), relacionados
con las respuestas de ansiedad y estrés en
los animales, se activan tras la
exposición a las radiofrecuencias, probablemente
relacionado con el refuerzo de
aquellas sobre las propiedades eufóricas
de los opiáceos (Braestrup etal., 1979; Lai et al., 1992b; Walker y
Ettenberg,2001). Además durante las mismas
condiciones de irradiación, diferentes
regiones del cerebro pueden tener
diferente sensibilidad o vulnerabilidad a
las radiofrecuencias y provocar diferentes
respuestas (Lai et
al., 1989b). Tras diez días de
exposición a radiofrecuencias la
concentración de
receptores muscarínicos colinérgicos
cambia en el cerebro (Lai et al. 1991)
pero parece que los efectos a largo plazo
dependen de la duración de la exposición (Lai,
1997).
Así, en general el efecto de las radiofrecuencias
sobre la adicción implica unos
procesos biológicos asimilables a los de
otros agentes, como ciertas drogas
psicoactivas: alcohol, opiáceos y benzodiazepinas
(Lai, 1999).
Por su parte el recientemente fallecido
W. Ross Adey, profesor de fisiología
de la Universidad de California, explicaba
que la unión de los neurotransmisores GABA, Acetilcolina y
Glutamato (estrechamente relacionados con
el Sistema de Recompensa) a su receptor
específico, es sensible a campos débiles
de microondas moduladas (característica
que cumple la radiación del teléfono
móvil) (Adey, 2003).
HIPÓTESIS DE TRABAJO,
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
Teniendo en cuenta
estos descubrimientos, es plausible
deducir que la descrita morbilidad
relacionada con el uso del móvil pueda
tener una base neurofisiológica común con
algunas drogas convencionales a través de
la acción sobre los neurotransmisores ,
como respuesta a dicha exposición
electromagnética, incidiendo como aquellas
sobre el circuito de recompensa cerebral.
Así, no se trataría propiamente de una
adicción “sin sustancia”, sino que iría
más lejos que la de su propia actuación
“per se” al compartir mecanismos de las
propias drogas convencionales. Finalmente,
la radiación del móvil sería un reforzador
positivo que actuaría no sólo a través de
las vías sensoriales sino también a través
del circuito de recompensa por la acción
directa de sus microondas sobre el
cerebro . Tenemos los requerimientos del
DSM 4 en la calle y en las encuestas y
también estudios de laboratorio que
muestran determinados efectos de la
radiación en el cerebro que pueden justificar
ese comportamiento adictivo.
Entonces, ¿a qué esperamos para tomar
medidas con la población en general y
especialmente con los jóvenes, que ocupan
el sector más vulnerable de la población?
Estamos obligados a educar personas
autónomas con sentido crítico, capaces de
elegir y de hacer un uso responsable de
los medios a su alcance, pero para eso es
necesario informar y educar. Nos
enfrentamos de nuevo
a fenómenos en los que existen riesgos
ocultos (¿ocultados?) con consecuencias
negativas para la salud. Los jóvenes, una
vez más, se muestran como la franja de
edades más vulnerable. La propuesta
social es que sean grandes consumidores
de móviles en este caso, pero
su cere b ro y su organismo en vías de
desarrollo y maduración acusa especialmente
los riesgos derivados de un
uso indebido. Mientras el panorama
científico avanza y se despeja, es urgente
principio de precaución) que el
mundo de los adultos estemos informados,
tomemos cartas en el asunto y
seamos capaces de incorporar claves
que nos permitan educar (o reeducar)
especialmente a los jóvenes en el uso
responsable del móvil.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos la revisión de este
artículo y sus valiosas aportaciones a
Claudio Gómez Perretta. El Dr. Gómez
Perretta es investigador del Hospital
Universitario La Fe de Valencia, ha in -
vestigado las bases neurobiológicas de la personalidad ad
ictiva y es pionero en la investigación de los efectos de las ra -diaciones de telefonía móvil sobre la
salud de las personas.
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