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Temas tratados
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ADICCIÓN A MENTIR
Mitomanía - Adicción a mentir |
Del griego mitos, mentira, y manía, modismo. Se define mitomanía
como el trastorno psicológico consistente en mentir patológica y
continuamente falseando la realidad y haciéndola más soportable; el
mitómano sublima su impulso transformándolo en arte. El dramaturgo
español Juan Ruiz de Alarcón expuso un modelo de esta patología en
su obra La verdad sospechosa.
Tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciendo la realidad de lo que
se dice.
Con frecuencia, el enfermo, de carácter más bien paranoide,
desfigura mentirosamente la propia idea que tiene de sí mismo,
magnificándola (delirio de grandeza) o simplemente disfrazando unos
humildes orígenes con mentiras de todo tipo, de forma que llega
realmente a creerse su propia historia y se establece una gran
distancia entre la imagen que tiene la persona de sí mismo y la
imagen real. Muchos famosos (cantantes de pop, celebridades de diez
minutos, etc.) han padecido esta dicotomía.
Si bien la mentira puede ser útil y es un comportamiento social
frecuente, el mitómano se caracteriza por recurrir a esta conducta
continuamente sin valorar las consecuencias, con tal de maquillar
una realidad que considera inaceptable urdiendo todo tipo de
sistemas delirantes. Esta característica está asociada a trastornos
de personalidad graves y se puede relacionar con dos tipos de
caracteres: por un lado, los necesitados de estimación, y por otro,
los que sufren un trastorno de personalidad hipertímica, es decir,
las personas que tienen un ánimo muy elevado (superficiales,
frívolos, impacientes).
Algunos adolescentes padecen de este trastorno debido a su
personalidad inestable. Es bueno señalar que esto mayormente se da
en aquellos cuyos padres son excesivamente rígidos o exigentes con
ellos.
FUENTE:
consultoriopsicologicovirtual-adriana.blogspot.com
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Llevados por la inseguridad y desconfianza en nuestra capacidad de
ser aceptados tal como somos, podemos caer en la tentación de
adornar aquí y allá nuestra historia y nuestras habilidades, de
forma que causemos una impresión favorable en las demás personas. Un
ladrón podrá aseverar más robos de los que realmente ha hecho si
tiene que presumir delante de los compañeros carcelarios, o se
pueden haber realizado más proezas sexuales de las habidas entre un
grupo de hombres que se retan en su capacidad viril, o una madre
puede hacer que su hijo mejore las notas y apruebe cursos con fin de
que aparezca como una madre exitosa con un hijo bien educado.
Mentir es un recurso fácil de valer sin tener que pasar por
esfuerzos ni penurias, aunque el precio que se corre es la
posibilidad de ser descubierto. En esto sucede algo similar a la
persona que lanza rumores falsos para disminuir a las personas que
envidia: puede ser descubierto, y la conducta desvelada, ir en su
contra, desprestigiándolo ante los que quería influir.
No puede hacerse cargo de sus errores y equivocaciones, por lo que
tampoco puede sentirse el autor de sus logros... Mientras que la
persona sincera no tiene que vigilar la versión que da de sus
anécdotas y los episodios vividos, porque los transcribe al dictado
de su memoria, en cambio el mentiroso debe controlar qué versión da
de su historia, para que resulte coherente con la escuchada por cada
persona ante la que ha presumido.
Cuanto más se cae en la tentación de mentir, más difícil es
controlar la abundante base de datos de las versiones dadas, y más
imposible resulta comentar, repetir o seguir con coherencia lo
novelado, de forma que los detalles chirrían, y de pronto un
personaje famoso es novio de una prima mientras que antes lo era de
una hermana, estuvimos dos años estudiando en el extranjero mientras
que esos mismos años estudiamos un Master de prestigio en la
localidad donde vivimos, conocemos a quien luego resulta que no nos
conoce, etc.
El hábito de mentir se puede transformar en un trastorno de la
personalidad que podríamos llamar 'seudología fantástica', que es
una compulsión a imaginar una vida, unos acontecimientos y una
historia en base a causar una impresión de admiración en los
espectadores.
Este afán por impresionar está basado en la imperiosa necesidad de
resultar valiosos y geniales por medios tramposos, ya que por los
naturales de la simpatía y ser espontáneos dudamos el poder
conseguirlos.
Refleja, por un lado, la ambición de ser dignos de amor y ojito
derecho de los demás, como antes de ser destronados por el proceso
de maduración lo éramos de los padres; por otro lado, se pone de
manifiesto nuestra profunda duda de no ser dignos en base a la
distancia, la dureza, el aislamiento y la falta de adaptación que
sufrimos, que asemejan pruebas de algún tipo de minusvalía.
El mentiroso fantasioso coge el atajo de robar atención y aprecio
por la vía del fácil engaño (las palabras son cómodos sustitutos de
los hechos), en vez de por su Ser-sincero, tal vez mucho más modesto
de lo que su ambición soporta.
No se conforma con ser una persona cualquiera -tal vez se vería a sí
mismo con excesivo desarraigo-, sino que desea ser siempre una
personalidad de primera magnitud, de esas que los demás admiramos
embelesados y envidiosos.
También mintiendo sobre lo que hacemos, llevamos a cabo algo que
proporciona un pequeño resto de placer que nos da una migaja de lo
que nos gustaría. Imaginando que somos ricos, que seducimos a las
personas más bellas, sentimos un gusto que el disgusto de ser sólo
fantasías no acaba de eliminar, y que puede convertirse en deleitoso
manjar para satisfacer necesidades; aunque esta forma engañosa nunca
realmente será completa, pero a base de engaño tras engaño, fantasía
tras fantasía, nos hace sentir el sueño tan real que casi lo podemos
creer.
El personaje suplanta al yo, con lo que su personalidad se instala
en una base inauténtica muy peligrosa, porque los halagos,
impresiones y valoraciones que arranque a los demás con sus tretas,
en realidad nunca los podrá saborear, porque sabe que no están
dirigidos al Yo auténtico, sino al falso, con lo cual no logra
sentir lo que le gustaría sentir: sus dobles vínculos impiden que
los placeres le lleguen.
Como la sed de mérito nunca se sacia por este procedimiento, cada
vez está la persona más descarriada e insatisfecha y más encuentra
motivos para curarse con la medicina que le agrava.
Lo que debe plantearse el mentiroso es su misterioso desánimo, la
progresiva languidez que simular produce en él. Su afán de caer bien
produce el efecto contrario de que los demás se decepcionen, se
sientan despreciados y se disgusten, generando una profunda
desconfianza muy difícil de superar (piénsese por ejemplo lo difícil
que es olvidar que tu pareja te ha engañado, o te miente
sistemáticamente).
La cura del mentiroso es sustituir la mentira por la búsqueda de la
excelencia. Reconociendo su necesidad de brillo y atracción
dedicarse con firmeza a mejorar sus méritos verdaderos
(profesionales, de cultura, relaciones interesantes, etc.) con
suficiente persistencia (porque si ha caído en la mentira es por
impaciencia) y seguridad (garantizando con pruebas evidentes las
suposiciones).
Ausana D´Momo (La verdad)
Jugar limpio, ser nosotros mismos, es el mejor camino para ser
aceptados por los demás. Lo primero es que nos acepten aun siendo
humildes y mediocres. Una vez conseguida esta aceptación básica,
entonces se puede intentar el asalto al mérito, que ya no será un
mérito agresivo (de esos que aunque la persona valga mucho nos da
igual porque nos cae antipática), sino un afán de darnos más, de
buscar una mayor cualidad, de jugar más fuerte, una activa entrega
para participar, colaborar, sugerir y animar la vida familiar, los
equipos de trabajo, los grupos de amigos o la excelencia
profesional.
Mentira y autoestima, por José Luis Catalán Bitrián
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La
mentira transformada
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Se están modificando paginas disculpe las molestias.
Próximamente encontrara
en esta sección mas datos sobre
la ADICCIÓN
A LA MENTIRA
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