ADICCIÓN A PERSONAS
AMAR O DEPENDER
Jessica es una ejecutiva exitosa que es totalmente
independiente económicamente, tiene su casa propia,
automóvil del año, sin embargo lleva cuatro años con su
pareja con frecuentes discusiones y peleas que han llegado
hasta las agresiones físicas, las cuales ella nunca pensó
tolerar; cinco veces ha intentado dejarlo y no puede y a su
mejor amiga constantemente le dice: Me hace sufrir pero no
puedo dejarlo.
Eduardo es un ingeniero civil que tiene una obra importante
a su cargo, atractivo, aparentemente seguro; siempre está
preocupado por su trabajo para poder ofrecerle más
comodidades a su familia; sin embargo, su esposa se queja
constantemente de él, aparentemente lo cuida, pero lo
vigila, le controla su vida y le dice que no es
suficientemente hombre, por lo cual su relación no es
satisfactoria para Eduardo. Él ha pensado muchas veces en
separarse de ella, pero es incapaz de dejar a su esposa...
Como vemos, Jessica y Eduardo son emocionalmente
codependientes.
Laura tiene alrededor de 45 años y lleva 15 de casada. Tiene
tres hijos y cree que ha dedicado su vida a ser una buena
esposa y madre. Dice que ama a sus hijos, que no lamenta su
decisión de quedarse en casa para criarlos, pero que odia su
rutina cotidiana.
Mi familia y mis amigos piensan que soy una torre de
fortaleza, siempre confiable, siempre ahí, lista para
ayudarlos, dice ella, pero la verdad es que me estoy
deshaciendo, he estado deprimida por años y no tengo energía
alguna.
Les grito a los niños todo el tiempo y me siento culpable
por todo, expresaba Laura, pero tengo que hacer algo y estoy
muy preocupada y asustada, hasta he llegado a pensar en el
suicidio, pero ¡no!, no podría matarme pues demasiada gente
me necesita, demasiada gente depende de mí, les fallaría,
¿qué puedo hacer?... Laura se ha preocupado demasiado por
sus hijos, su esposo, sus familiares y los demás, sin
embargo, ¡se ha olvidado de ella misma! Laura también es
emocionalmente codependiente.
Pero, ¿qué significa ser codependiente ?
La codependencia es un estado emocional, psicológico y
conductual caracterizado por que la persona se aferra a algo
o a alguien de manera desesperada y obsesiva con el fin de
llenar su soledad, sus inseguridades, carencias y un vacío
existencial que ha arrastrado por toda la vida; estado que
se desarrolla como resultado de que un individuo haya estado
expuesto prolongadamente a una serie de reglas opresivas sin
la oportunidad de la abierta expresión de sentimientos, haya
vivido con alguna persona con una adicción química o
cualquier otro tipo de adicción, por ejemplo, adicción al
trabajo, al sexo, etc., y/o haya tenido que tomar
responsabilidades o roles que no le correspondían en su
niñez ya sea por ausencia o incapacidad de uno o ambos de
los padres, por ser de los hermanos mayores de muchos hijos
o por alguna situación similar; éstos son algunas de las
causas que la pueden provocar.
Podríamos decir que a éste tipo de relaciones se le llama
relaciones destructivas. Por ejemplo, en la película La
guerra de los Roses, en la cual la relación en lugar de ser
satisfactoria y propiciar el crecimiento de ambos, más bien
pareciera que fomenta la destrucción de ambos con la
incapacidad de desapegarse o separarse.
El temor principal en estas personas es el miedo al
abandono, a la soledad, a no ser aceptados y amados y por lo
tanto son capaces de hacer cualquier cosa con tal de
permanecer unidos a esa persona .
Todos vivimos éste tipo de relaciones en la cotidianeidad
como si fueran normales pero no son saludables, aunque se
pueden dar a cualquier nivel de relación, por ejemplo: con
amistades, pareja, padres e hijos, en el trabajo, etcétera,
en donde uno es el codependiente y otro es el dependiente.
Lo más común en nuestra sociedad es identificar al hombre
como dependiente y a la mujer como codependiente,
desgraciadamente nuestra cultura y la situación económica
del país acentúa dicha problemática, ya que México tiene
mucha madre... y poco padre.
Para comprender un poco más de lo que estamos hablando, voy
a mencionar algunas características generales que tienen los
codependientes:
Invierten gran parte de su tiempo, dinero y pensamientos en
tratar de ayudar a la persona con la que están involucradas,
aunque ésta no agradezca la ayuda
Casi siempre buscan amor de gente que es incapaz de amar y
toleran el abuso (físico o psicológico) con tal de sentir
que la gente los sigue amando, relacionando amor con dolor.
Tienen miedo de mostrarse tal como son por temor al rechazo.
Tratan siempre de complacer a otros en lugar de a si mismos
aún en contra de su bienestar.
Se sienten atraídos por gente necesitada a la que ayudan lo
pida o no lo pida la otra persona.
Se culpan y se critican a si mismos por todo y tienen miedo
a cometer errores
Se piensan y se sienten responsables de los sentimientos,
pensamientos y acciones de otros.
Si tú consideras tener algunas de estas características, te
voy a mencionar algunos elementos que te puedan apoyar para
empezar a trabajar éste problema:
Los primeros pasos son: mejorar tu autoestima, aprender a
poner límites y desapegarte).
MEJORAR TU AUTOESTIMA. Se comienza a mejorar la autoestima
al cuidar de nosotros mismos que significa: atender a
nuestras necesidades que son importantes y satisfacerlas y
dejar de ver en forma obsesiva por las necesidades de otros,
decir a la gente lo que necesitamos y esperamos de ellos,
perdonarnos nuestros errores y felicitarnos cuando hagamos
bien las cosas y vivir nuestra propia vida con
responsabilidad.
APRENDER A PONER LÍMITES. Los codependientes permiten que
otras personas y sus problemas rompan sus límites; cada vez
ceden más hasta que se encuentran tolerando cosas que habían
jurado nunca tolerarían y haciendo cosas que habían dicho
nunca harían.
Así los codependientes necesitan establecer límites acerca
de lo que harán por la gente y acerca de lo que le
permitirán a la gente que haga; pero lo más importante es
que respeten los límites que han establecido aunque la gente
se enoje con ellos por haber fijado límites o trate de
hacerlos sentir culpables para que vuelvan a mover sus
límites, es decir, que sean consistentes con sus límites.
DESAPEGARSE. Vivir su propia vida para el codependiente
implica el desapego que significa dejar la obsesión por la
vida de otras personas, darles la oportunidad de que vivan
su vida como ellos elijan ya que se basa en las premisas de
que cada persona es responsable de si misma, que en la vida
hay que dejar que las cosas se den por sí solas en lugar de
forzarlas y tratar de controlarlas y en aceptar la realidad
tal cual es.
Para lograr esto un punto muy importante es la
autoaceptación.
La autoaceptación significa que reconocemos y aceptamos
nuestras circunstancias, a nosotros mismos y a las personas
en nuestras vidas, tal como somos, nosotros y ellas.
Hablar de la aceptación de los demás tal como son implica
hablar de amar, pero entonces: ¿qué significa esta palabra?
Amar es una decisión, una actitud, una acción que construye,
me hace crecer y ayuda a crecer a otros.
Amar para una persona significa dar incondicionalmente, es
decir, sin esperar nada a cambio
Sin embargo, para el codependiente no es así, él tiene que
aprender a amar lo que significa que entenderá cómo vivir su
propia vida, cómo amar a los demás sin fundirse o perderse
completamente con ellos, cómo dejar de hacerse la víctima y
cómo amarse a sí mismo y tener relaciones amorosas que
funcionen.
En síntesis, como diría Lacan, psicoanalista contemporáneo,
posterior a Freud: Amar es dar lo que no se tiene a quien no
lo quiere.
Sin embargo, quiero decirte que éste es un problema muy
vasto y complejo como para acabarlo en unas cuantas líneas,
ojalá esto te deje puntos de reflexión y tomes la decisión
de iniciar un proceso para tu propia persona... y recuerda
que es importante que empieces trabajando con tu autoestima.
Bibliografía sugerida:
Robin Norwood, Las mujeres que aman demasiado. Editorial
Diana.
Melody Beattie, Ya no seas codependiente. Editorial Promexa.
Walter Riso, ¿Amar o depender? Editorial Norma
Fausto Ramos, Doce claves para una vida plena, Editorial Yug..
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Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte.
Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas
partes para ofrecer sus maravillosos regalos; joyas,
tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para
conquistar a tan especial criatura.
Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no
tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando le llegó
el momento de hablar, le dijo:
- "Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre
pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi
sacrificio como prueba de amor: estaré cien días sentado
bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia, y sin más
ropas que las que llevo puestas. Ésa es mi dote".
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió
aceptar y le dijo al joven plebeyo:
- "Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me
desposarás".
Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo
sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches
heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su
amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin
desfallecer un momento. De vez en cuando, la cortina de la
ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la
princesa, la cual con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba
la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos
optimistas habían comenzado a planear los festejos.
Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona
habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría
y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora
para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los
asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se
levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente
del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario
camino, un niño de la comarca alcanzó al joven plebeyo y le
preguntó:
- "¿Qué fue lo te que ocurrió?, estabas a un paso de lograr
la meta. ¿Por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te
retiraste?".
Con profunda consternación y algunas lágrimas mal
disimuladas, el joven plebeyo contestó en voz baja:
- "No me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una
hora. No merecía mi amor".
El merecimiento no siempre es egolatría, sino dignidad.
Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona,
cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro
corazón de par en par y desnudamos el alma hasta el último
rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos
dejan de serlo, al menos merecemos comprensión.
Que se menosprecie, ignore o desconozca fríamente el
amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en
el mejor de los casos, ligereza. Cuando amamos a alguien
que, además de no correspondernos, desprecia nuestro amor y
nos hiere, estamos en el lugar equivocado. Esa persona no se
hace merecedora del afecto que le prodigamos.
La situación es clara: si no me siento bien recibido en
algún lugar, empaco y me voy. Nadie se quedaría tratando de
agradar y disculpándose por no ser como a la otra persona le
gustaría que fuera. No hay vuelta de hoja. En cualquier
relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame,
y menos aún, quien te lastime. Y si alguien te hiere
reiteradamente sin "mala intención", puede que te merezca,
pero no te conviene.
Aunque parezca irracional, hay personas que están
predispuestas a tener relaciones destructivas.
Consistentemente, una y otra vez, se involucran en
relaciones dañinas de donde salen mal libradas. Algunos
dicen que es masoquismo, otros que se debe a una baja
autoestima, y hay quienes sostienen que el objetivo de la
personalidad autodestructiva es demostrar que: realmente no
son "queridos".
Las personas que se autocastigan en el amor muestran una
evidente contradicción: de un lado quieren dejar de sufrir,
pero al mismo tiempo reinciden en relaciones tormentosas
similares a las anteriores. La razón les dice que no, pero
el corazón les dice que sí.
La personalidad autodestructiva se caracteriza afectivamente
por: mantener relaciones interpersonales de subordinación
(el otro es más importante que yo), poca valoración de los
logros personales (lo que yo hago no es tan importante),
baja autoestima, tendencia a emparejarse con personas
explotadoras, asumen el papel de víctimas, suelen ser poco
asertivas y apenas experimentan placer por sus vidas. Tienen
tendencia a sabotear su propia vida interior.
Detrás de esta manera de ser, las personas esconden una gran
dependencia emocional y un afán de hallar a alguien mejor,
que pueda aportarles lo que ellas no tienen. Por eso
idealizan a las parejas, y se fascinan con personas muy
seguras de sí mismas. Crean veneración por personas
autosuficientes. La admiración se transforma en culto, el
amor en pleitesía, y el intercambio afectivo (que debería
ser recíproco) se vuelve desigual, desequilibrado, inclinado
en su contra. La glorificación de la pareja los transporta
al más allá, negando el más acá.
Lo curioso es que la gran mayoría de estas personas terminan
con personas manipuladoras o explotadoras, donde el débil
refuerza al más fuerte, y éste se crece más y más, hasta
aplastar al subyugado. "¿Por qué siempre mis parejas
terminan aprovechándose de mí?", "¿Por qué soy tan de
malas?". Quizás no sea el azar, quizás buscamos el
complementario y se nos va la mano. Querer una pareja
dominante para compensar la propia debilidad es, sin lugar a
dudas, peligroso. Vivir a la sombra del compañero afectivo
puede llevar a la pérdida de la identidad personal. Además,
es imposible asumir una posición de subordinación, sin
lastimar el ego y caer en la degradación del yo.
La personalidad autodestructiva es ajena a la felicidad. Las
personas que la poseen se conforman con el dolor hasta
considerarlo normal, y creen que el sufrimiento es el costo
ineludible que deben pagar para sentirse amadas. La única
manera de superar la mala costumbre de autocastigarse en el
amor es aceptarse como uno es, con lo bueno y lo malo, sin
quejas ni oscuras compensaciones. Las buenas relaciones
afectivas son aquellas donde buscamos personas similares a
nosotros, sin idealizarlas. Personas de igual a igual, con
afectos recíprocos, dejando de lado la absurda idea de tener
que sentirme mal para sentirme bien.
Tomado del libro: ¿Amar o depender?
Autor: Walter Riso. Psicólogo
FUENTE
anaferra.com
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VER TAMBIEN:
La
Adicción a Personas y/o la Codependencia
es una enfermedad
(apap.com.ar)
Adiccion a Enamorarse
Codependencia
(allaboutlifechallenges.org)
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