El desorden
del pánico es un desorden común y tratable. Los niños y
adolescentes con el desorden del pánico sufren períodos
inesperados y repetidos de intenso terror, o incomodidad,
acompañados de otros síntomas tales como palpitaciones
rápidas y falta de aliento. Estos períodos se llaman "ataques
de pánico" y duran desde algunos minutos hasta varias
horas. Los ataques de pánico se presentan sin dar aviso.
Los síntomas de un ataque de pánico incluyen:
• Terror intenso (un presentimiento de que algo terrible
va a ocurrir)
• Palpitaciones rápidas del corazón o taquicardia
• Mareos o vértigos
• Falta de aliento o el sentirse sofocado
• Temblores o sacudidas
• Una sensación de irrealidad
• Miedo de morir, de perder el control o de volverse
loco.
Más de tres millones de americanos experimentarán el
desorden de pánico durante sus vidas. El desorden del
pánico comienza frecuentemente durante la adolescencia,
aunque puede comenzar durante la niñez y a veces es
común en las familias.
Si no se diagnostica y se trata, el desorden del pánico
y sus complicaciones pueden ser devastadores. Los
ataques de pánico pueden interferir con las relaciones
sociales, el trabajo escolar y el desarrollo normal del
niño o del adolescente. Los niños y adolescentes que
padecen del desorden del pánico pueden comenzar a
sentirse ansiosos la mayor parte del tiempo, aun cuando
no están teniendo un ataque de pánico. Algunos comienzan
a evitar situaciones que ellos temen le puedan producir
un ataque de pánico, o situaciones donde puede que no
haya ayuda disponible. Por ejemplo, un niño puede
negarse a ir a la escuela o a separarse de sus padres.
En los casos más severos, el niño o el adolescente puede
temer el salir de la casa. Este patrón de evitar ciertos
lugares o situaciones, se llama "agorafobia". Algunos
niños y adolescentes con desorden del pánico pueden
desarrollar una depresión mayor y pueden correr el
riesgo de un comportamiento suicida. Al tratar de
reducir la ansiedad, algunos adolescentes con desorden
del pánico usarán el alcohol o las drogas.
El desorden del pánico en los niños es muy difícil de
diagnosticar. Ello puede ocasionar muchas visitas a
médicos y muchas pruebas médicas que son caras y
potencialmente dolorosas. Una vez ha sido propiamente
evaluado y diagnosticado, el desorden del pánico
usualmente responde bien al tratamiento. Los niños y
adolescentes que presentan síntomas de ataques de pánico
deben de ser evaluados primero por su médico de familia
o pediatra. Si no se encuentra una enfermedad o
condición física que cause los síntomas, se debe llevar
al niño a un siquiatra de niños y adolescentes para que
le haga una evaluación comprensiva.
Hay varios tipos de tratamiento que son eficaces. Hay
medicamentos específicos que pueden detener los ataques
de pánico. La sicoterapia puede también ayudar al niño y
a la familia a aprender formas de reducir el estrés o
los conflictos que pueden causar un ataque de pánico.
Con técnicas que se enseñan en la "sicoterapia
cognoscitiva del comportamiento", el niño puede también
aprender nuevas formas de controlar la ansiedad o los
ataques del pánico cuando estos ocurren. Muchos niños y
adolescentes con el desorden de pánico responden bien a
la combinación de medicamentos y sicoterapia. Con
tratamiento, se puede poner término a los ataques de
pánico. El tratamiento oportuno puede prevenir
complicaciones del desorden de pánico, tales como la
agorafobia, la depresión y el abuso de substancias.
Para información adicional sobre el desorden de pánico,
puede ponerse en contacto con el Instituto Nacional de
Salud Mental, Campaña contra el Pánico (National
Institute of Mental Health Panic Campaign, Room 7C-05,
5600 Fishers Lane, Rockville, MD 20857) o llamar al
1-800-64-PANIC.
FUENTE:
American Academy
of Child and Adolescent Psychiatry
(AACAP) representa a más de 6,900 siquiatras de niños y
adolescentes
El desorden obsesivo-compulsivo
(OCD – Obsessive-Compulsive Disorder) usualmente
comienza en la adolescencia o en los primeros años de la
edad adulta y puede ocurrir en 1 de cada 200 niños y
adolescentes. El OCD se caracteriza por obsesiones y/o
compulsiones recurrentes que son lo suficientemente
intensas para causar malestares severos. Las obsesiones
son pensamientos recurrentes y persistentes, impulsos o
imágenes no deseadas que causan marcada angustia o
ansiedad. Frecuentemente, éstas son irracionales e
irreales. No son simplemente preocupaciones exageradas
acerca de problemas de la vida real. Las compulsiones
son el comportamiento repetitivo o ritual (como lavarse
las manos, acumular cosas, poner las cosas en un orden
determinado, comprobar algo repetidamente) o actos
mentales (como contar, repetir palabras en silencio,
evitar acciones o cosas). Con OCD, las obsesiones o
compulsiones causan una ansiedad significativa o
angustia, e interfieren con la rutina normal del niño,
su funcionamiento escolar, sus actividades sociales o
sus relaciones.
Los pensamientos obsesivos
varían con la edad del niño y pueden cambiar a través
del tiempo. Un niño pequeño con OCD puede temer que le
hagan daño a él o a un miembro de su familia, por
ejemplo, que un intruso entre por una ventana o puerta
abierta. La compulsión llevará al niño a seguir
comprobando que las puertas y ventanas de la casa están
cerradas aun después de que sus padres se acuesten,
tratando así de aliviar su ansiedad. Al niño le dará
miedo de haber dejado una puerta o ventana abierta sin
darse cuenta mientras comprobaba si estaba cerrada y
luego compulsivamente tendrá que comprobar otra vez si
está o no abierta.
Un niño de edad escolar o
adolescente con OCD puede tenerle miedo a enfermarse con
gérmenes, al SIDA o a comida contaminada. Para poder
sobrellevar estas ideas, el niño puede desarrollar "rituales"
(comportamiento o actividad que se repite). A veces, la
obsesión El desorden obsesivo-compulsivo en niños y
adolescentes, "Información para la familia" No. 60 y la
compulsión están vinculadas: "Temo que esta cosa mala
pasará si dejo de comprobar o de lavarme las manos, así
es que no puedo dejar de hacerlo aunque no tenga ningún
sentido".
Las investigaciones indican que
el OCD es un desorden del cerebro que tiende a repetirse
en las familias, aunque esto no significa que el niño
necesariamente ha de manifestar los síntomas. Algunos
estudios recientes demuestran que el OCD puede
manifestarse o empeorarse después de una infección por
estreptococos. Un niño puede desarrollar OCD sin tener
un historial familiar.
Los niños y adolescentes a
veces sienten vergüenza y se abochornan porque tienen
OCD. Muchos creen que esto quiere decir que están locos.
La buena comunicación entre padres y niños los puede
ayudar a comprender el problema y así los padres pueden
darle el apoyo apropiado a su niño.
La mayoría de los niños con OCD
se pueden tratar mediante una combinación de
psicoterapia (especialmente con las técnicas
cognoscitivas y de comportamiento) y con medicamentos,
como los inhibidores selectivos a la reabsorción de la
serotonina (SSRI). El apoyo y la educación de la familia
son también centrales para el éxito del tratamiento. La
terapia con antibióticos puede ser útil en los casos
donde la enfermedad está vinculada a una infección por
estreptococos.
El buscar la ayuda de un
psiquiatra de niños y adolescentes es importante para
poder entender los problemas complejos causados por el
OCD.
FUENTE:
American Academy of Child and
Adolescent Psychiatry
(AACAP) representa a más de 6,900 siquiatras de niños y
adolescentes
El
infligirse heridas es un acto deliberado de destrucción
del tejido del cuerpo, a veces para cambiar una manera
de sentirse. El infligirse heridas es visto de manera
diferente por distintos grupos y culturas dentro de la
sociedad. Ello aparenta haberse hecho más popular
últimamente, especialmente entre los adolescentes.
Las
causas y la severidad de las heridas propias puede
variar. Algunas formas pueden incluir:
• Trincharse
• Rascarse
• Grabarse
• Marcarse
• Pellizcarse y halarse la piel y el pelo
• Quemarse/usar abrasivos
• Cortarse
• Morderse
• Darse en la cabeza
• Amoratarse
• Darse
• Tatuarse
• Agujerearse excesivamente el cuerpo
Algunos adolescentes se mutilan a sí mismos para correr
riesgos, rebelarse, rechazar los valores de sus padres,
establecer su propia individualidad o meramente para ser
aceptados. Otros, sin embargo, pueden herirse a sí
mismos por desesperación o coraje para lograr la
atención, para demostrar su desesperación y poca valía,
o porque tienen pensamientos suicidas. Estos niños
pueden sufrir de serios problemas psiquiátricos tales
como depresión, psicosis, trastorno postraumático de
tensión (TPTT) y desorden bipolar. Además, algunos
adolescentes que suelen herirse a sí mismos pueden
desarrollar como adultos el desorden de personalidad
fronteriza. Algunos niños pequeños a veces llevan a cabo
actos injuriosos de vez en cuando, pero corrientemente
al crecer lo dejan. Los niños con retardación mental y/o
autismo pueden también mostrar estos comportamientos los
cuales pueden persistir hasta que se hacen adultos. Los
niños que han sido abusados o abandonados pueden
mutilarse a sí mismos.
¿Por qué los
adolescentes se hieren a sí mismos?
Los adolescentes que tienen dificultad hablando sobre
sus sentimientos pueden demostrar su tensión emocional,
incomodidad física, dolor y baja auto-estima mediante el
comportamiento de infligirse heridas. Aunque ellos se
sientan como que el vapor en la olla de presión se ha
liberado cuando terminan el acto de herirse a sí mismos,
los adolescentes pueden aún sentirse lastimados, con
coraje, temor y odio. Los efectos de la presión de los
pares y el contagio pueden también influenciar a que los
adolescentes se hieran a sí mismos. Aunque las modas
vienen y van, muchas de las heridas en la piel de los
adolescentes serán permanentes. En ocasiones, los
adolescentes pueden esconder sus cicatrices, quemaduras
y moretones debido a que se sienten avergonzados,
rechazados o criticados por sus deformidades.
¿Qué pueden
hacer los padres y los adolescentes acerca de las
heridas propias?
Hay que alentar a los padres para que le hablen a sus
hijos acerca de desarrollar un sentido de respeto y
valor hacia sus cuerpos. Los padres deben de servir de
modelos para sus adolescentes no llevando a cabo actos
donde se hagan daño a sí mismos.
Algunas
maneras de ayudar a los adolescentes a evitar que se
hagan daño a sí mismos incluyen aprender a:
• Aceptar la realidad y buscar maneras que hagan el
momento presente más tolerable.
• Identificar los sentimientos y hablar acerca de ellos
en vez de actuar basándose en ellos.
• Distraerse de los sentimientos de hacerse daño a sí
mismos (por ejemplo, contando hasta
diez, esperando 15 minutos, diciendo "NO" o "ALTO",
practicando ejercicios de respiración,
escribiendo en un diario, dibujando, pensando en
imágenes positivas, usando hielo y bandas
de goma, etc.).
• Pararse, pensar y evaluar los puntos a favor y en
contra de lastimarse a sí mismos.
• Calmarse ellos mismos de manera positiva y sin
lastimarse.
• Practicando el manejo positivo del estrés.
• Desarrollando mejores destrezas sociales.
La evaluación por un profesional de la salud puede
ayudar a identificar y a tratar las causas supeditadas
al acto de lastimarse a sí mismo. Los sentimientos de
quererse morir o suicidarse son motivos para que los
adolescentes busquen cuidado profesional de emergencia.
El siquiatra de niños y adolescentes puede diagnosticar
y tratar los trastornos siquiátricos serios que pueden
acompañar el comportamiento de herirse a sí mismo.
FUENTE:
American Academy of Child and
Adolescent Psychiatry
(AACAP) representa a más de 6,900 siquiatras de niños y
adolescentes
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