Muchas veces
algún familiar, y sobre todo hijos, pueden tomar la decisión de ir
a la guerra.
¿Cual puede ser el resultado de esa decisión en la vida de la
familia? Sabemos que quien va a la guerra tiene un alto porcentaje
de no regresar con vida.
Pero debe ser aun mas terrible, que un ser querido regrese vivo de una
guerra, y termine suicidándose, por no poder resolver los traumas psíquicos
que la guerra le dejo, y encima, sin recibir ayuda alguna.
¿Y cual es la respuesta del mismo país por quien se ofreció la vida?
Ignorarlo, no dar ni las condolencias a la familia.
Nadie quiere estar en los zapatos de esos
padres que criaron un hijo o hija, para que sean muertos en la
guerra, o a causa de la guerra.
Lamentablemente los soldados que cometen suicidio son muchísimos, y estoy hablando en
la nota solo de soldados americanos, pero debemos tener en cuenta
que esto también le sucede a muchos soldados de diferentes nacionalidades
en el mundo, incluso a los soldados que se consideran enemigos. El
enemigo también es humano y tiene padres y
familiares que
les lloran.
Adjunto esta nota realizada por Amy Goodman
el
DOMINGO,
23 de JULIO de 2011
:
El Presidente Barak Obama anunció
recientemente que será revertida la política de larga data por la
que se negaban cartas de condolencia del presidente a las familias
de soldados que se hubieran suicidado. Los familiares de soldados
muertos en combate reciben cartas del presidente. Sin embargo, el
silencio oficial ha significado durante mucho tiempo el estigma de
los que se quitan la vida. Esta medida significa un cambio de
postura que se esperaba desde hacía mucho tiempo respecto al
reconocimiento de la epidemia de suicidios de soldados y veteranos
de guerra en este país, así como de la cantidad de heridas ocultas
que deja la guerra.
La negación
de cartas de condolencia en los casos de suicidio cobró relevancia
a nivel nacional cuando Gregg y Jannett Keesling hablaron acerca
del suicidio de su hijo Chancellor Keesling. Chance Keesling se
integró al ejército en el año 2003. Luego de prestar servicio
activamente en Irak, fue transferido a las Fuerzas de Reserva del
Ejército y llamado nuevamente para prestar servicio en Irak en el
año 2009. Los años de guerra habían dejado sus huellas en el joven
de veinticinco años de edad. Como me dijo su padre, Gregg: “Fue
entrenado para la reconstrucción de Irak. Era un ingeniero de
combate entrenado. Operaba equipos grandes y amaba dirigir esos
grandes equipos. Sin embargo, al final, fue entrenado nuevamente
como artillero táctico para sentarse sobre un todo terreno militar,
un Humvee. Y todo esto, porque en realidad allá no se estaba
haciendo mucha reconstrucción.”
Cuando Chance
Keesling regresó a su hogar, intentó acceder a un tratamiento
psiquiátrico a través del Departamento de Asuntos de los Veteranos
de Guerra. Su matrimonio había fracasado y sabía que necesitaba
sanar. Rechazó la oferta del Ejército de recibir un pago extra de
veintisiete mil dólares para servir nuevamente en Irak.
Finalmente, fue de todos modos enviado a Irak. Dos meses después
de ser desplegado nuevamente, Chance llevó su revólver a una
letrina y se disparó. En el informe que emitió, el Pentágono
consideró su muerte como “un incidente no vinculado al combate”.
Cinco meses después de su muerte y sumando a la herida el agravio,
el Departamento de Asuntos de los Veteranos envió una carta a
Chance, la cual fue recibida por sus padres, solicitándole
completar su “Reajuste post despliegue.”
Kevin y Joyce
Lucey entienden bien de qué se trata todo esto. Su hijo Jeffrey
formó parte de la invasión a Irak en el año 2003. Luego de
regresar a su hogar en Massachusetts, presentó síntomas de
trastorno de estrés postraumático. A él y a su familia les fue
casi imposible acceder a los servicios que necesitaban recibir a
través del Departamento de Asuntos de los Veteranos. Jeffrey
decidió automedicarse: se volcó al alcohol. Se vestía con ropas de
camuflaje y caminaba por el barrio con su arma en la mano.
Destruyó el automóvil de la familia. Una noche, tras cumplir
veintitrés años, Jeffrey se acurrucó en el regazo de su padre,
afligido. Kevin, su padre, recordó lo sucedido: “Esa noche me
pidió si podía sentarse en mi regazo. Lo acuné durante tres
cuartos de hora y luego se fue a su cuarto. Al día siguiente, el
22 de junio, lo tuve nuevamente en mi regazo mientras cortaba la
soga que lo sujetaba a una viga.” Jeffrey Lucey se colgó en el
sótano de la casa familiar. Sobre su cama yacían las chapas de
identificación que había quitado a los soldados iraquíes a los que
dijo haber matado.
Dado que
Jeffrey era técnicamente un veterano y no estaba en servicio, su
suicidio es uno más entre los miles que se sospecha que ocurren.
Con frustración, Kevin Lucey resumió: “La cifra formal de
suicidios que escuchamos nos parece tremendamente baja con
respecto a la real. Debido a que, como decías, el suicidio de Jeff
se encuentra entre los que no figuran en los cálculos, entre los
que no son conocidos, los que no son reconocidos; es que en este
momento ponemos el tema sobre la mesa ante la opinión pública, ya
que sentimos, al igual que la familia Keesling, que es una
situación que necesita ser discutida. Aunque hayan pasado los
años, nuestro hijo murió en 2004, pero casi todos los años se
anuncia la creación de una comisión presidencial de investigación.
¿Qué tan seguido es necesario investigar una epidemia de
suicidios?”
No existe un
sistema para llevar registro de los suicidios de los veteranos.
Algunos estudios epidemiológicos llevados a cabo por los Centros
de Control y Prevención de Enfermedades, así como otros estudios,
sugieren que la tasa de suicidios en veteranos de guerra es siete
u ocho veces mayor que en la población en general. Un informe del
año 2005 y restringido a dieciséis estados estableció que los
suicidios de veteranos de guerra representaban el veinte por
ciento del total, un hallazgo extraordinario, considerando que los
veteranos representan menos del uno por ciento de la población.
Actualmente se cree que el trastorno de estrés postraumático
afecta al treinta por ciento de los casi dos millones de soldados
en actividad y veteranos de las guerras de Irak y Afganistán. La
tasa de desempleo de veteranos de guerra de sexo masculino supera
actualmente el veintidós por ciento.
Pensemos en
una base: Fort Hood, Texas. El Mayor Nidal Hasan se enfrenta a la
pena de muerte por presuntamente haber asesinado a trece personas
en noviembre del año 2009 en el marco de un horrendo ataque
sumamente difundido por los medios masivos de comunicación. Mucho
menos conocida es la epidemia de suicidios que hay en esa base.
Veintidós personas se quitaron la vida en ese lugar, tomando en
cuenta sólo el año 2010.
Ni la familia
Lucey, ni la familia Keesling recibirán una carta de condolencia
del presidente a pesar del cambio respecto a esa política. La
familia Keesling no la recibirá porque la medida no es
retroactiva. La familia Lucey no la recibiría aunque lo fuera, ya
que sólo se aplica a los suicidios cometidos por soldados en
actividad desplegados en zonas de combate activo.
Quienes padecen trastorno de estrés postraumático pueden abandonar el
campo de batalla. Lamentablemente, el campo de batalla nunca los
abandona a ellos. Algunos ven en el suicidio su única salida.
Ellos también son bajas de guerra.
Fuente: discrepando.com-El
suicidio de soldados y
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