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PROVERBIOS  8


 

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ENTENDIENDO  PROVERBIOS 8

La tarjeta se encuentra basada en la Biblia lenguaje sencillo
La explicación se basa en la Biblia Reina Valera 1960


 

 

Proverbios 8

Excelencia y eternidad de la sabiduría.

1 ¿No clama la sabiduría,
Y da su voz la inteligencia?
2 En las alturas junto al camino,
A las encrucijadas de las veredas se para;
3 En el lugar de las puertas, a la entrada de la ciudad,
A la entrada de las puertas da voces:(1)
4 Oh hombres, a vosotros clamo;
Dirijo mi voz a los hijos de los hombres.
5 Entended, oh simples, discreción;
Y vosotros, necios, entrad en cordura.
6 Oíd, porque hablaré cosas excelentes,
Y abriré mis labios para cosas rectas.
7 Porque mi boca hablará verdad,
Y la impiedad abominan mis labios.
8 Justas son todas las razones de mi boca;
No hay en ellas cosa perversa ni torcida.
9 Todas ellas son rectas al que entiende,
Y razonables a los que han hallado sabiduría.
10 Recibid mi enseñanza, y no plata;
Y ciencia antes que el oro escogido.
11 Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas;
Y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella.
12 Yo, la sabiduría, habito con la cordura,
Y hallo la ciencia de los consejos.
13 El temor de Jehová es aborrecer el mal;
La soberbia y la arrogancia, el mal camino,
Y la boca perversa, aborrezco.
14 Conmigo está el consejo y el buen juicio;
Yo soy la inteligencia; mío es el poder.
15 Por mí reinan los reyes,
Y los príncipes determinan justicia.
16 Por mí dominan los príncipes,
Y todos los gobernadores juzgan la tierra.
17 Yo amo a los que me aman,
Y me hallan los que temprano me buscan.
18 Las riquezas y la honra están conmigo;
Riquezas duraderas, y justicia.
19 Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado;
Y mi rédito mejor que la plata escogida.
20 Por vereda de justicia guiaré,
Por en medio de sendas de juicio,
21 Para hacer que los que me aman tengan su heredad,
Y que yo llene sus tesoros.
22 Jehová me poseía en el principio,
Ya de antiguo, antes de sus obras.(2)
23 Eternamente tuve el principado, desde el principio,
Antes de la tierra.
24 Antes de los abismos fui engendrada;
Antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas.
25 Antes que los montes fuesen formados,
Antes de los collados, ya había sido yo engendrada;
26 No había aún hecho la tierra, ni los campos,
Ni el principio del polvo del mundo.
27 Cuando formaba los cielos, allí estaba yo;
Cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo;
28 Cuando afirmaba los cielos arriba,
Cuando afirmaba las fuentes del abismo;
29 Cuando ponía al mar su estatuto,
Para que las aguas no traspasasen su mandamiento;
Cuando establecía los fundamentos de la tierra,
30 Con él estaba yo ordenándolo todo,
Y era su delicia de día en día,
Teniendo solaz delante de él en todo tiempo.
31 Me regocijo en la parte habitable de su tierra;
Y mis delicias son con los hijos de los hombres.
32 Ahora, pues, hijos, oídme,
Y bienaventurados los que guardan mis caminos.
33 Atended el consejo, y sed sabios,
Y no lo menospreciéis.
34 Bienaventurado el hombre que me escucha,
Velando a mis puertas cada día,
Aguardando a los postes de mis puertas.
35 Porque el que me halle, hallará la vida,
Y alcanzará el favor de Jehová.
36 Mas el que peca contra mí, defrauda su alma;
Todos los que me aborrecen aman la muerte.



(Biblia Reina Valera 1960)



Comentario al Proverbio 8

Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Proverbios Tomo-2. Editorial CLIE.

 

La palabra de Dios es sabiduría.

I. La revelación divina es palabra y sabiduría de Dios, y la religión pura e incontaminada (Stg. 1:27) está edificada sobre ella; de eso habla Salomón aquí (vv. 1-21). Dios instruye, gobierna y bendice a los hombres por medio de su sabiduría.
II. El Verbo eterno de Dios es la Sabiduría en persona. El es la Sabiduría que habla a los hombres en la primera parte del capítulo, y el que está asociado al Padre en la obra de la creación (vv. 22-31).
III. Concluye con una insistente exhortación a prestar atención a la voz de Dios en su palabra (vv. 32-36).

Versículos 1-11

1. Las cosas reveladas son fáciles de conocer, pues pertenecen a nosotros y a nuestros hijos (Dt. 29:29) y, por eso, son proclamadas de alguna manera por las obras de la creación (Sal. 19:1); con mayor fuerza, por la conciencia humana y por las razones eternas del bien y del mal; pero, con la mayor claridad, por medio de Moisés y de los profetas. Los preceptos de la sabiduría son proclamados en voz alta (v. 1): « ¿No dama la sabiduría?» Sí; como todo pregón importante, dama a voz en cuello (Is. 58:1). En tres lugares, los cuales se expresan aquí (vv. 2, 3), se pronunciaban en voz alta los pregones: en las alturas, en los cruces de caminos y en la entrada de la ciudad. El corazón nos grita a veces, pues la conciencia tiene sus clamores como tiene sus susurros. Desde lo alto del Sinay se dio la Ley. La sabiduría no se oculta, no habla por los rincones a unos pocos iniciados, sino en público y a todos, desde lugares altos, desde los que puede ser vista y oída, en las encrucijadas por las que transitan los viajeros, y a la entrada de la ciudad. Los necios no saben por dónde ir a la ciudad (Ec. 10:15); por eso está la sabiduría colocada, no sólo en la encrucijada, para que nadie yerre el camino, sino también a la entrada de la ciudad, presta a comunicar el lugar donde vive el vidente (1 5. 9:18). Repetidamente insiste:

«¡Oh, hombres, a vosotros clamo». A los hombres, no a los ángeles, que no lo necesitan; ni a los demonios, que ya no pueden aprovecharse de ello; ni a los brutos animales, que carecen de la capacidad natural para entenderlo. Su designio es enseñar a los hombres discreción y cordura (v. 5. Comp. con 1:4); en especial, a los que carecen de sano entendimiento.

2. Las cosas reveladas son dignas de aceptación. Son «excelentes» (v.6. lit. «príncipes», esto es, «expresiones principescas»); con razón se llaman así, puesto que se refieren a un Dios eterno, a un alma inmortal y a un estado perpetuo -para bien o para mal. Son también «rectas» (v. 6b. Comp. 1:3), verdaderas, sinceras y razonables, sin mezcla de falsedad o torcedura (vv. 7-9). No hay en las verdades divinas nada duro, nada que lastime la dignidad ni la libertad del ser humano. Toda palabra de Dios es verdad (Jn. 17:17); si y amén; nunca sí y no (2 Co. 1:18-20). Si son libro sellado, sólo lo son para quienes voluntariamente lo ignoran.

3. El recto conocimiento de esas cosas ha de ser preferido a todas las riquezas de este mundo (vv. 10, 11): «Recibidme instrucción y no la plata, es decir, preferid mi instrucción a cualquier riqueza de este mundo». No sólo es preferible la sabiduría a la plata y al oro, sino también a las piedras preciosas y a cuanto se puede desear. Además de ser de mayor valor, también se ofrece a mejor precio, pues se obtiene gratis.

Versículos 12-21

1. La sabiduría divina da a los hombres buena cabeza (v. 2): «Yo, la sabiduría, habito con la cordura». Así que quien se familiariza con la aquí personificada sabiduría, se familiariza también con esa cualidad tan deseable. Esa cordura no se aprende en los teoremas de los matemáticos ni en los axiomas de los filósofos ni en las normas de los estadistas, sino en las verdades de la palabra de Dios.

2. También da a los hombres buen corazón (y. 13): El principio de la sabiduría y del conocimiento es el temor de Dios (1:7; 9:10. V. también Job 28:28; Sal. 111:10; Ec. 12:15). Y el que teme a Dios, aborrece el mal (v.13); especialmente, el orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, que son los pecados más peligrosos.

3. Tiene gran influencia en los asuntos públicos (v. 14); consejo, acierto, inteligencia y poder son cualidades de incalculable valor para quienes están en puestos de autoridad; quienes carecen de estas virtudes conducen la sociedad al desastre político, social y económico. Por eso, añade (vv. 15, 16): «Por mí reinan los reyes, etc», es decir, por ella reinan con tino, tacto, justicia y equidad. De los gobernantes que temen a Dios puede y debe esperarse que conduzcan rectamente los asuntos públicos.

4. Hace dichosos a los que la reciben (vv. 17-21). Estos versículos vienen a ser una ampliación de lo dicho en los vv. 10 y 11. «Yo amo a los que me aman» v. 17. Así se lee en todas las versiones, aunque el texto hebreo dice: «la aman»). Los que «madrugan» (y. 17b) para buscar la sabiduría son los que no perdonan esfuerzo, estudio y oportunidades para alcanzarla. Los rabinos dicen: «Si alguien asegura: "Yo me esforcé y no la hallé", no le creáis». Se otorga especialmente a los que con interés y fe la suplican a Dios en oración (Stg. 1:5 y ss.). Las riquezas que la sabiduría ofrece son «duraderas» (v. 18), pues van acompañadas de justicia, y por eso, son las únicas que se reconocen válidas en la aduana de los cielos (v. Ap. 14:13) y forman parte de la heredad (y. 21) incorruptible a la que se refiere el apóstol Pedro (1 P. 1:4). Es una dicha que subsiste por sí misma, inserta en la persona misma, sin el soporte de conveniencias o circunstancias exteriores. Las cosas eternas y espirituales son las únicas que poseen solidez real y sustancial; no sólo llenan las manos, sino también las arcas. Los bienes de este mundo pueden llenar el vientre (Sal. 17:14), pero no las arcas, pues no pueden conservar por muchos años sus bienes.

Versículos 22-31

Aquí la sabiduría aparece personificada con propiedades y acciones netamente personales y, aun cuando pueda hablarse de una personificación poética, no cabe duda de que esta porción forma el trasfondo de Jn. 1:1 y SS. Viene, pues, a ser una anticipación de la doctrina claramente revelada en el N. T. acerca del Verbo de Dios, y en este sentido podemos interpretar esta porción. Con respecto a este Verbo de Dios, obsérvese:

1. Su personalidad distinta; es uno con el Padre (Jn. 10:30), pero es persona distinta de la del Padre. «En el principio» (v. 22, comp. con Jn. 1:1), antes de que formase la tierra (v. 23), los abismos, esto es, las aguas de los océanos (v. 24) y los mismos cielos (v. 27), allí estaba ya la sabiduría, el Verbo, poseído (v. 22), instalado (probable sentido del v. 23) y engendrado (vv. 24, 25) por Dios.

Si allí estaba ya en el principio, antes de la creación del Universo y, por tanto, antes del tiempo, está claro que existía desde la eternidad, sin conocer comienzo.

2. Su intervención en la obra creadora de Dios. No sólo tenía su ser antes de la creación del mundo, sino que estaba presente en tal creación y su presencia era, no la de un espectador, sino la de un arquitecto. El Verbo es el ordenador del Universo (v. 30), puesto que, en él, por él y para él fueron hechas todas las cosas (Col. 1:16, 17). El es el arquitecto y el plano. Cuando en el primer día de la creación, dijo Dios: « ¡Haya luz!» (Gn. 1:3), este Verbo era su Palabra omnipotente. Igualmente intervino en la creación de todo lo demás: «todo» (v. 30).

3. La suma complacencia que en él tuvo el Padre, y él en el Padre:

«Era su delicia de día en día, etc.» (v. 30b). En él ha tenido siempre su complacencia Dios (Lc. 3:22, entre otros lugares). Siempre hizo lo que veía hacer al Padre (Jn. 5:19) y lo que al Padre agradaba (Jn. 8:29), obró conforme al mandamiento que había recibido del Padre (Jn. 10:18), y en él tenía el Padre contentamiento (Is. 42:1). Puede también entenderse de la satisfacción que mutuamente sentían con referencia a la gran obra de la redención del hombre. En efecto, vemos que la Sabiduría se deleitaba en los hijos de los hombres, más bien que en los más ricos productos de la tierra.

Versículos 32-36

Aplicación del discurso de la Sabiduría; su designio y tendencia es incitar a todos a someterse a las leyes religiosas y a rectificar todo lo que no marcha bien en nuestro corazón y en nuestra vida.

1. Exhortación a escuchar y obedecer la voz de la Sabiduría, y poder así discernir la voz de Cristo, como conocen las ovejas la voz de su pastor: «Ahora, pues, hijos, oídme» (v. 32). Que lean la palabra escrita, que se sienten bajo la palabra predicada, que bendigan a Dios por ambas y le oigan en ambas hablándoles a ellos. Que los hijos de la Sabiduría la justifiquen escuchándola. Oigamos las palabras de la sabiduría con corazón bien dispuesto (v. 33): «Atended mi instrucción (hebr. musar)... No la menospreciéis, como si no la necesitaseis. Se os ofrece como un gran beneficio y corréis un grave peligro si la rehusáis. Hemos de buscar y escuchar la voz de la Sabiduría velando a sus puertas cada día (v. 44), como mendigos para recibir una limosna, como clientes y pacientes para recibir un buen consejo, y como siervos para esperar con humildad lo que el amo se digne darnos o mandarnos.

2. Seguridad de felicidad para todos los que escuchan a la Sabiduría. Hallarán lo que buscan ¿Recibirán recompensa si la hallan? Sí (v. 35): «El que me halle, hallará la vida» (comp. 1 Jn. 5:12), es decir, todo bien que pueda necesitar o desear.

3. La sentencia pronunciada contra los que rechazan las exhortaciones de la Sabiduría (v. 36): Se arruinan a sí mismos, y la Sabiduría no lo va a impedir, por cuanto se han negado a escucharla; han actuado en rebelión contra Dios y en contradicción a los propósitos de Dios, que son para vida y no para muerte.


Fuente: adorador.com
 

 

 

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