Comentario al Proverbio 3
Tomado de "Comentario
Exegético-Devocional A Toda La
Biblia."
Libros poéticos -Proverbios Tomo-2.
Editorial CLIE.
Este capítulo es uno de los más
excelentes de todo el libro, tanto
por las razones que da para
persuadimos a ser buenos como por
las instrucciones que para ello nos
ofrece.
I. Debemos ser constantes en el
camino del deber, pues ese es el
camino de la felicidad (vv. 1-4).
II. Debemos vivir dependiendo de
Dios, pues ese es el camino de la
seguridad (y. 5).
III. Debemos conservar el temor
de Dios, pues ese es el camino de la
sanidad (vv. 7, 8).
IV. Debemos servir a Dios con
nuestros bienes de fortuna, pues ese
es el camino de la prosperidad (vv.
9, 10).
V. Hemos de soportar con
paciencia nuestras aflicciones, pues
ese es el camino de la comodidad
(vv. 11, 12).
VI. Hemos de poner toda
diligencia en obtener la sabiduría,
pues ese es el camino de alcanzarla
(vv. 13-20).
VII. Hemos de gobernamos con las
normas de la sabiduría, pues ese es
el camino de la tranquilidad (vv.
21-26).
VIII. Hemos de hacer a nuestros
prójimos todo el bien que podamos y
ningún mal (vv. 27-35).
Versículos 1-6
Una vida de comunión con Dios
produce inefables beneficios.
1. Hemos de observar
continuamente los preceptos de Dios
(vv. 1, 2), haciendo de ellos la
norma de nuestra conducta. Y hemos
de observarlos de todo corazón. Para
animamos a sometemos a todas las
restricciones y ordenanzas que nos
impone la ley de Dios, se nos
asegura aquí (v. 2) que ese es el
camino cierto para la longevidad y
la prosperidad. Ni aun los días de
la vejez serán malos, sino días en
los que hallaremos placer: «te
añadirán...años de vida y paz». «Mucha
paz tienen los que aman tu ley»
(Sal. 119:165).
2. Hemos de recordar
continuamente las promesas de Dios,
que van anejas a los preceptos de
Dios: «gracia y buena opinión ante
los ojos de Dios y de los hombres»
(v. 4) es promesa para los que obran
con bondad y fidelidad (v. 3), ya
que estas cualidades se atribuyen
precisamente, con mucha frecuencia,
a Dios (DL 7:9, etc.), pero aquí,
como en 14:22; 16:6; 20:28 se
atribuyen a los hombres (sin contar
los lugares en que sólo el
jesed-amor o bondad- está explícito).
Toda persona piadosa busca, ante
todo, el favor de Dios, aunque no
haya de despreciarse la estima de
los hombres (Est. 10:3).
3. Hemos de atender
continuamente a la providencia de
Dios, a fin de depender de él, con
fe y oración, en todos nuestros
asuntos. Hemos de fiarnos de Yahweh
con todo el corazón (v. 5, comp. con
Sal. 37:3, 5), no en nuestras
propias opiniones, aunque nos
parezca que el asunto es como camino
trillado, cosa fácil para la que no
necesitamos consejo de nadie. En
todos nuestros caminos hemos de
reconocerle (v. 6): tener comunión
con él y reconocer su mano,
poniéndonos en todo a su disposición,
pues él hará derechas nuestras
veredas, promesa que se repite en
11:5; 15:2 1 (comp. con Is. 45:13);
nuestro camino será seguro y fácil,
con un feliz resultado.
Versículos 7-12
Tenemos aquí tres exhortaciones,
cada una de ellas corroborada con
buenas razones:
1. Debemos vivir en humilde y
respetuosa sumisión a Dios y a su
gobierno (v. 7): «teme a Yahweh y
apártate del mal», es decir, si
temes a Dios te apartarás del mal,
pues lo segundo es consecuencia de
lo primero. Para animarnos a vivir
así en el temor de Dios, se nos
promete (v. 8) que nos aprovechará
incluso corporalmente como alimento
para los músculos (lit, el ombligo)
y para el tuétano de los huesos. Con
el vigor del cuerpo, el espíritu
adquirirá también mayor firmeza para
tomar las resoluciones pertinentes;
por otra parte, la prudencia, la
templanza y la sobriedad, la calma
mental y el buen gobierno de las
pasiones, que la religión nos enseña,
no sólo fortalecen la salud del
alma, sino también la del cuerpo.
2. Debemos hacer buen uso de
nuestros medios de fortuna, pues ése
es el camino recto para
incrementarlos (vv. 9, 10): «Honra a
Yahweh con tus bienes, etc... y
serán llenos tus graneros, etc». Las
riquezas de este siglo son
secundarias, frágiles, efímeras; sin
embargo, aun en esto suele Dios
bendecir al que honra a Dios,
especialmente al que le honra con el
buen uso de ellas. Nótese, sin
embargo, como hace notar Cohen, que
la recompensa que esas bendiciones
materiales suponen no se presenta en
la Biblia como un incentivo para la
buena conducta. Por eso, dice el
salmista (Sal. 1 l2:l) «Dichoso el
hombre que teme a Yahweh, y en sus
mandamientos (no en la recompensa)
se deleita en gran manera».
3. Debemos conducimos rectamente
bajo las aflicciones (vv. 11, 12).
No hemos de menospreciar la
reprensión(hebreo musar, el mismo
vocablo de 1:8) de Yahweh; es decir,
no hemos de tomarla a la ligera como
si nada tuviese que ver con nosotros,
sino que, viendo en ella un
propósito benéfico de Dios, hemos de
sacar de ella el beneficio que Dios
intenta. No se nos pide que seamos
estoicos, duros como piedras, a fin
de que las aflicciones nos hagan
menos daño, pero tampoco hemos de•
sentir asco de ellas (ése es el
sentido del verbo en hebreo, en vez
de «fatigarse»), pues la aflicción
es disciplina del Señor (comp. con
He. 12:6-11), y él conoce de qué
estamos hechos (Sal. 103:14) y hasta
dónde podemos aguantar (1 Co.
10:13). No estamos hablando de una
justicia vindicativa, sino de una
corrección paternal para nuestro
mayor bien.
Versículos 13-20
Dichoso el hombre que halla la
sabiduría, la verdadera sabiduría,
que consiste en conocer y amar a
Dios, y en conducirse enteramente de
acuerdo con su verdad, su
providencia y su ley.
1. Qué sabiduría es la que hace
feliz. Feliz es el hombre que, al
hallar la verdadera sabiduría, la
hace suya extrayendo entendimiento,
como dice el original hebreo. No la
tiene en sí, pero la extrae con el
cubo de la oración de la fuente que
ofrece generosamente sabiduría (Stg.
1:5). Se fatiga en ello, como quien
extrae oro de una mina, porque le da
un valor mayor que el de la plata,
oro o piedras preciosas (v. 14). Es
la perla de gran valor (Mt. 13:45,
46), por cuya adquisición bien vale
la pena venderlo todo. «Compra la
verdad», dirá después (23:23);
no dice a qué precio, pero bien se
da a entender que cualquier precio
es bueno para obtenerla, antes que
perderla.
2. La dicha de los que la hallan
es una dicha trascendente, como
podemos ver (vv. 14, 15, comp. con
Job 28:15 y ss.). Es un saber para
salvación eterna (2 Ti. 3:15), con
la que no se puede comparar ningún
bien de este mundo.
El universo entero no puede proveer
el rescate de un alma que se va a
perder por falta de la verdadera
sabiduría. Los (vv. 16-18) vienen a
explanar lo que ha dicho en el (v.
2). La sabiduría aparece aquí como
una reina, repartiendo dones a
diestra y siniestra a quienes son
sus fieles súbditos. Ofrece
longevidad en su mano derecha, pues
da consejos y proporciona métodos
para prolongar la vida (hasta la
eternidad) y en su mano izquierda
ofrece riquezas y honor. El sentido
de este binomio se entiende mejor
comparando este lugar con Ex. 28:2,
40 e Is. 35:2. El deleite (v. 17)
que ofrece es de la mejor calidad,
pues ningún placer de los sentidos
puede compararse con el que las
almas piadosas hallan en la comunión
con Dios y en hacer el bien a todos.
La mención del árbol de la vida (v.
18, comp. con Gn. 2:9) sugiere que
es para el alma lo que dicho árbol
habría sido para nuestros primeros
padres si se hubiesen alimentado de
él en lugar de comer del árbol
prohibido (comp. también con Ap.
2:7; 22:2). Llega a ser una
participación de la propia dicha de
Dios (vv. 19, 20), quien con la
sabiduría (8:22 y ss.) llevó a cabo
la obra de la creación.
Versículos 21-26
1. Aquí se nos exhorta a tener
siempre a la vista y en el corazón
las normas de la piedad sincera (v.
21): «Hijo mío, no se aparten estas
cosas de tus ojos; que no se aparten
de ellas tus ojos para irse tras la
vanidad. Tenías siempre presentes,
cultívalas y practícalas mientras
vivas. Guárdalas en tu corazón como
en cofre de tesoros, pues es ahí
donde anidan la prudencia y la
discreción».
2. El argumento para corroborar esta
exhortación se toma de las inefables
ventajas que nos proporciona la
sabiduría (v. 22): «Y serán vida
para tu alma (comp. con y. 18); te
avivarán el sentido del deber y te
fortalecerán durante tus aflicciones
cuando comiences a sentirte débil y
decaído. También serán gracia para
tu cuello, como un hernioso collar
de perlas o una cadena de oro.
Entonces (v. 23) andarás por tu
camino confiadamente, y tu pie no
tropezará (comp. Sal. 91:12);
caminarás bajo la protección de la
providencia y de la gracia, mientras
no seas tú quien se expone al
peligro. El camino del deber es el
camino de la seguridad. Ella te
servirá de estupenda medicina contra
los temores nocturnos a los ladrones,
a los espectros, al fuego, etc. (v.
24) y aun contra el pavor repentino
(v. 25), es decir, contra una
experiencia aterradora que
sobreviene de súbito, puesto que el
Padre que vela por nosotros no
duerme ni puede haber cosa alguna
que le tome por sorpresa. El mejor
remedio para tener una buena noche
es tener una buena conciencia.
Versículos 27-35
Vienen ahora normas concernientes a
nuestra relación con el prójimo.
1. Debemos dar a cada uno lo suyo,
tanto lo que se le debe en justicia
como lo que exige la caridad, y eso
sin dilaciones ni excusas (vv. 27,
28). El contexto indica que se trata
especialmente del prójimo pobre, a
quien hay que dar lo que necesita
sin hacerle esperar. Prometer para
mañana (v. 28) lo que se puede dar
hoy, además de ser injusto, es
problemático pues nadie sabe si
vivirá mañana ni el que debe dar ni
el que necesita recibir. Este deber
incluye: (A) El pago de deudas; (B)
El pago de rentas y salarios; (C) La
provisión para nuestros familiares
necesitados; (D) Nuestra
contribución tanto para la Iglesia
como para el Estado; (E) La buena
disposición para todo acto de
amistad y humanidad, a fin de
aliviar problemas y necesidades
locales, nacionales y mundiales de
toda índole.
2. Nunca hemos de tramar ningún daño
contra nadie (v. 29), sobre todo
cuando nuestro prójimo está confiado,
es decir, no sospecha ningún mal de
nuestra parte y, por ello, no se
pone en guardia.
3. No hemos de ser foco de
contención o discordia (v. 30); «No
tengas pleito con nadie sin motivo».
Es aquí donde el amor juega un
importante papel (V. 1 Co. 13:4-7),
pues no piensa mal. La mayoría de
los pleitos perjudiciales surgen de
sospechas infundadas, teniendo por
mala intención lo que quizá fue
inadvertencia. Ir a los tribunales
debe ser el último recurso.
4. No hemos de envidiar la
prosperidad de los malhechores (v.
31, comp. con Sal. 73:3), ni ceder a
la tentación de imitarles. Para
mostrar cuán pocos motivos tienen
los santos para envidiar a los
pecadores, Salomón compara, en los
últimos cuatro versículos de este
capítulo, la condición de unos y de
otros: (A) Los santos gozan de
íntima comunión con Dios, pero los
perversos son abominables a los ojos
de Yahweh. El que no odia nada de lo
que creó, se ve en la necesidad de
abominar a quienes de tal modo han
corrompido lo que Dios hizo en ellos.
Los más dulces y benditos secretos
del amor de Dios son comunicados a
sus amigos (comp. con Jn. 15:15).
(B) Los santos, y su morada,
descansan bajo la bendición de Dios
(v. 33), aunque su morada sea
simplemente un «aprisco de ovejas»,
como da a entender el original,
mientras que la «casa» (de suyo,
morada fija y permanente) del impío
está bajo la maldición de Yahweh ¿De
qué le sirve vivir en un palacio, si
es un palacio maldito? (C) Aún lo
que Dios da a los escarnecedores o
burladores (v. 34), lo da burlándose
de ellos. Este parece ser el sentido
del original. En otras palabras, les
paga con su misma moneda. En cambio,
a los humildes les muestra siempre
su favor, pues al que se humilla a
sí mismo, no de palabra falsa, sino
de obra sincera, Dios lo enaltece.
(D) Los santos son los verdaderos
sabios (v. 35), por lo cual
recibirán respeto y aprobación de
quienes saben apreciar la verdadera
sabiduría, mientras que los necios
en sentido moral (hebr. kesilim)
terminarán en perpetua confusión e
ignominia.
Fuente:
adorador.com