Versículos 17-21
Comienza aquí una colección de
palabras de los sabios', la
cual, en realidad, llega hasta el
final del cap. 24, como se ve por
25:1. El autor (o compilador) es
desconocido y se admite comúnmente
(incluso con base en 25:1) que no
los compuso Salomón, contra lo que
opina M. Henry; téngase esto en
cuenta al comentar toda la sección
(nota del traductor). En los
versículos que ahora nos ocupan,
hallamos:
1. Una seria exhortación a adquirir
sabiduría y gracia atendiendo a
estas máximas de los sabios: Hay que
escucharlas y estar dispuestos a
ponerlas por obra, pues el oído no
servirá de mucho si falta el
corazón.
2. Razones con las que corrobora
esta exhortación:
(A) El valor y el peso de las cosas
mismas que se nos recomiendan: Son
cosas deliciosas (comp.
3:17), es decir, sus consecuencias
serán placenteras, pues tienen que
ver con la gloria de Dios, la
santidad y dicha de nuestra alma, el
bienestar de la humanidad y, quizá,
aptas para que los reyes las hablen
y los senados las oigan. Digo
'quizá' (nota del traductor), pues
M. Henry sigue así la interpretación
del vocablo hebreo shi1shom
en el sentido de 'cosas excelentes,
principescas', cambiándolo así en
shalishim. Shilshom significa
el día antes de ayer (lit),
pero aquí no cabe duda de que
significa 'anteriormente'.
(B) La claridad de estas cosas
y la aplicación que para nosotros
tienen en particular. El énfasis
está en esos pronombres personales
`te', 'ti', tan repetidos en estos
versículos, como si fuese una carta
dirigida a una persona con su nombre
y apellido; como si dijese: 'Es cosa
apropiada para ti y para tu caso',
para tenerla a punto sobre los
labios(v. 18b).
(C) El provecho que se nos sigue de
ellas. Las cosas excelentes
(valga esta versión para la
aplicación) que Dios ha escrito
(v. 20) para nosotros no son
como los mandatos que un amo da a su
criado, los cuales tienen por objeto
el beneficio del amo, sino como los
que un maestro da a su alumno. No
podemos confiar en Dios saliéndonos
del camino del deber, es, pues,
necesario que se nos enseñe nuestro
deber, a fin de tener razón para
confiar en Dios. Es deseable tener
no sólo las palabras de verdad
(v. 21), sino su certidumbre
(comp. Lc. 1:3, 4), a fin de que
nuestra fe sea inteligente y
razonable, hasta crecer y
convertirse en plena seguridad. Pero
ha de preceder la obediencia (V. Jn.
7:17). El conocimiento se nos da a
fin de hacer el bien, a fin de que
otros puedan encender en nuestra
lámpara su candela, y a fin de que,
en el lugar y tiempo en que nos
hallamos, podamos servir a nuestra
generación de acuerdo con la
voluntad de Dios.
Versículos 22-23
Después de este solemne prefacio,
esperaríamos hallar algo nuevo y
sorprendente, pero no es así; vemos
aquí una admonición lisa y llana
contra la práctica inhumana de
oprimir a los débiles. Gran pecado
es robar a cualquier persona, pero
mucho peor es robar al pobre,
a quien deberíamos aliviar.
Quebrantar al afligido,
añadiéndole nueva aflicción, y eso
en la puerta, es decir, ante
el tribunal de justicia, es cosa
malvada, vil y cobarde,
aprovechándose de alguien que no
puede ayudarse a sí mismo; es ser
peor que las bestias, puesto que es
antinatural. Pero el que de tal
manera se comporta, lo hace para su
propio mal, pues el oprimido
encontrará en Dios su poderoso
patrón (v. 23).
Versículos 24-25
Un oportuno consejo a no trabar
amistad íntima con una persona de
mal genio, pues quien fácilmente se
enfada, se ofende y se resiente, no
es persona apropiada para tenerla
por amigo, pues no sólo se puede
enfadar fácilmente con nosotros,
sino que esperará que también
nosotros nos enfademos con otras
personas, como él hace, y de ese
pecado tendremos nosotros la culpa.
Versículos 26-27
Una vez más se amonesta contra los
peligros de hacer tratos (lit.
chocar la mano) a la ligera,
y de salir fiadores por otros. Pero
aquí se considera el caso especial,
más grave, en que el que así sale
por fiador no tiene para pagar
(v. 27), y el acreedor es tan
cruel que no tiene en cuenta las
normas de Dt. 24:10 y ss. las cuales
se aplican únicamente al deudor,
pero no al que sale fiador por él.
Versículo 28
Los mojones o piedras grandes,
frecuentemente encaladas, servían de
testigos de los derechos de
propiedad de cada hombre (V. También
23:10). La ley (Dt. 19:14) prohibía
reducir los límites o
linderos que marcaban las fronteras
de las respectivas propiedades.
Cambiarlos de lugar no sólo es una
injusticia en sí, sino que provoca
disputas y riñas sin cuento.
Versículo 29
Un hombre solícito, experto (lit.
Comp. Esd. 7:6; Sal. 45:1b) en su
trabajo, aunque no haya nacido
de noble estirpe, llegará a entrar
al servicio de reyes, quizá como
consejero, como embajador y aun como
primer ministro. No seguirá
perteneciendo a los empleados de
oscura (lit.) condición, que
carecen de la diligencia y de la
pericia que él posee.