Mucho se puede esperar de los hijos
que respetan a sus padres y están
dispuestos a recibir instrucción (disciplina)
de ellos. En cambio, poco se puede
esperar de los insolentes que se
niegan a escuchar la reprensión,
sino que, al contrario, se
insolentan y se burlan de quienes
con amor les corrigen ¿Cómo se
podrán enmendar los que no quieren
reconocer sus faltas y defectos?
Versículo 2
Cada uno bebe lo que fabrica y come
lo que habla; porque por las
palabras es el hombre justificado o
condenado. Por eso, la comodidad y
la satisfacción son el pan cotidiano
del hombre que tiene palabras de
verdad, justicia y bondad; mientras
que los traidores, los desleales,
comerán el mal, hasta llenar de él
su vientre, pues el mal es lo que
desean y procuran de palabra y de
obra.
Versículo 3
El que guarda la boca (en este
contexto, no precipitándose a hablar),
guarda la vida (comp. 21:23). Bueno
es pensar dos veces antes de hablar
una. Más de una vez, una sola
palabra ha costado literalmente la
pérdida de la vida. Dice el adagio
español: «la perdiz, por el pico se
pierde». ¡Cuánto mayores y más
numerosos serán los peligros del que
mucho abre sus labios!
Versículo 4
El perezoso desea el manjar que el
diligente come, pero odia el
esfuerzo que el diligente pone;
codicia mucho, todo lo codiciable;
pero no hace nada de lo que es
factible; la consecuencia inevitable
es que no tiene nada; ni debe
tenerlo, puesto que no trabaja (2
Ts. 3:10). En cambio el diligente
será engordado (lit), es decir,
prosperará en bienes y en honor.
Versículo 5
Es un elemento indudable del
carácter de los justos aborrecer la
mentira, como consecuencia del amor
que tienen a la verdad, a la
justicia y, en último término, al
Dios verdadero y veraz. En cambio,
el malvado, con sus mentiras-aunque
esto no se menciona explícitamente,
lo exige el contexto- se hace odioso
(lit. causa hedor) y se cubre a sí
mismo de ignominia.
Versículo 6
La justicia guarda al que es
intachable en su camino (Lit. de
camino), porque el intachable obra
sinceramente con Dios y con los
hombres; así que su integridad le
preserva de las tentaciones, etc.
que podrían hacerle desviarse del
buen camino, mientras que la maldad
pervierte (o tuerce, el mismo verbo
de 19:3) al pecador (lit. pecado);
le tuerce la mente y el corazón de
manera que sus pensamientos y
afectos no pueden menos de ser
perversos.
Versículo 7
El mundo es una tremenda farsa, por
lo que las apariencias suelen
engañar. Hay quienes se empeñan en
dar la impresión de que son ricos
(comp. 12:9), cuando quizás están
endeudados, mientras otros, por
varias y comprensibles razones (no
siempre justificadas) dan la
impresión de ser poco menos que
mendigos vergonzantes, viviendo en
una miseria sórdida cuando podrían
disfrutar de la vida de un modo
agradecido a Dios, respetuoso con el
prójimo y caritativo con los
necesitados. También en el plano
espiritual hay hipócritas que pasan
por santos, mientras otros que en
realidad son ricos en la gracia y el
favor de Dios, se tienen por pobres;
cabe el peligro de que algunos de
estos últimos, con dudas, temores y
necios escrúpulos de conciencia,
lleguen a hacerse a sí mismos pobres.
Versículo 8
Se suele tener por dichosos a los
que poseen muchos bienes de fortuna,
pero Salomón muestra aquí cuán
grande equivocación es ésa. Los
ricos están constantemente expuestos
a caer en manos de ladrones y -según
la moda moderna- de secuestradores;
si llegan a rescatarla vida, es a
costa de grandes sumas de dinero.
Incluso gobernantes y funcionarios
sin escrúpulos saben el modo de
sacar dinero, incitando al soborno o
multando fuertemente, con la menor
excusa, a los que pueden pagar y
conservar así un poco de
tranquilidad. En cambio, ¿quién va a
secuestrar al pobre, del que ningún
dinero se puede sacar? Muchas veces,
la pobreza es saludable seguridad.
Versículo 9
La luz de los justos crece en brillo
(lit se alegra, esto es, arde
alegremente). La luz es símbolo de
claridad, de santidad (1 Jn. 1:5 y
ss.) y también de gozo y prosperidad
(comp. Est. 8:16; Job 18:5 y ss.).
Un alma iluminada por la gracia de
Dios no puede por menos de estar
profundamente alegre. En cambio, la
lámpara de los malvados se apagará,
como una candela que tarda pocos
minutos en consumirse.
Versículo 10
La arrogancia es fuente de
contiendas, pues los arrogantes (orgullo
revestido de menosprecio) no admite
que se les contradiga, que se les
pase por alto, que se les enseñe o
reproche. De aquí nacen discordias y
tremendas luchas entre parientes y
vecinos, entre países y regiones, y
aun entre las iglesias cristianas.
No se perdona ni mucho menos se
olvida por la arrogancia de quienes
no quieren dar su brazo a torcer
porque siempre creen tener razón y
ser víctimas de la incomprensión o
del encono de la otra parte. En
cambio los bien aconsejados (lit.),
por ser humildes (comp. con 11:2,
donde el hebreo tsenuim es
tan parecido al noatsim de
aquí, que las letras son las mismas,
pero en orden diferente), están
dispuestos a que les avisen, enseñen,
corrijan, etc., con lo que evitan
las contiendas, dando así muestras
de verdadera sabiduría.
Versículo 11
Lo que mal se gana, poco puede durar
(de ordinario); en todo caso, no es
legítimo ni propio de cristianos. El
hebreo dice literalmente ganada por
medio de vanidad, lo que da a
entender que no es precisamente por
medio del crimen, sino más bien por
medio del juego o de la especulación
financiera, pues en este sentido se
entiende mejor el que el dinero así
ganado se disminuya y se pierda
fácilmente. En cambio, lo que se
gana mediante la laboriosidad,
aumenta mediante la diligencia que
se pone en ganarlo y conservarlo.
Lo que mucho se desea causa tanta
más pena cuanto más tarda en llegar,
mientras que el deseo cumplido a
tiempo (y aunque se demore, con tal
que la demora se lleve con paciencia)
alegra tanto a una persona que la
pone en una especie de paraíso; «árbol
de vida» ya mencionado en 3:18;
11:20, parece aludir a él. Así, y en
grado inmensamente más elevado, la
dicha celestial será acogida con
gozo inefable por los santos, que
tan paciente e intensamente la
desearon como corona de sus
esperanzas.
Versículo 13
Los que prefieren gobernarse por
medio de las normas de la carne más
bien que por la palabra de Dios,
desprecian esta palabra y a Dios
mismo; sufrirá por ello (lit. queda
en deuda con ella), en el sentido
(con la mayor probabilidad) de haber
dado su palabra en prenda, que sólo
puede recuperar-se cumpliendo la ley.
Esto es precisamente lo que hace el
que teme el mandamiento, por lo cual
es recompensado, mientras que el
primero es castigado.
Versículo 14
La enseñanza (lit. ley) del sabio,
por estar fundada en los principios
de la ley de Dios, es manantial de
vida (comp. 10:11), es decir, fuente
de vitalidad espiritual. Los que
siguen los dictados de esta
enseñanza escaparán de los lazos de
la muerte, esto es, de las trampas
fatales a lo largo del camino de la
vida que, si no se evitan, conducen
a una muerte prematura. Tal ocurre
con la seducción de la mujer ajena
(5:5; 7:22 y ss.)
Versículo 15
Los que se comportan con prudencia,
gozan del favor de Dios y de los
hombres (comp. Ro. 14:18), mientras
que el camino de los desleales es
duro, difícil de recorrer para ellos
mismos y dañoso para los demás. El
uso común del vocablo hebreo
eitán es ‘permanente’, pero aquí
cuadra mejor el de ‘duro’, como en
Nm. 24:21 (fuerte’) y en Dl. 21:4
(‘sin cultivar).
Versículo 16
Todo hombre prudente obra con
conocimiento, esto es, es cauto,
pesa bien las circunstancias y sabe
lo que quiere, decidiendo con todo
conocimiento el curso de acción que
escoge; en cambio, el necio
manifiesta esta su necedad en el
modo de proceder precipitadamente,
sin precaución y sin prever las
consecuencias, con lo que se dalia a
sí mismo y hace el ridículo.
Versículo 17
Vemos aquí las funestas
consecuencias de ir más allá de lo
que a una persona se le ha encargado
decir o hacer. Se trata de un
mensajero que, enviado a un
determinado asunto, resulta infiel
al que le envió, con lo que acarrea
desgracia, hace daño, a la persona
que confió en él al enviarle y, por
supuesto se acarrea a sí mismo el
castigo merecido. En cambio, el
enviado fiel (es) salud (lit.) pues,
al actuar con prudencia y fidelidad,
cura las heridas que hayan podido
causar los malentendidos entre
personas o gobernantes y sabe
rectificar diplomáticamente los
puntos débiles del convenio
correspondiente.
Versículo 18
El que rehúsa ser corregido tendrá
pobreza y vergüenza. Gerondi lo
entiende del mensajero desleal del
v. anterior. ‘Si persiste en actuar
a su antojo, rechazando el aviso de
personas más experimentadas que él y
divulga los secretos del que le ha
enviado, el efecto más probable será
el fracaso por el cual quedará
empobrecido, pues se ganará el
menosprecio de sus semejantes,
quienes se abstendrán de enviarlo a
ninguna misión. En cambio, el que
admite corrección será enriquecido
(lit. V. Gn. 13:1; Nm. 22:17)
Versículo 19
El deseo cumplido resulta suave al
alma (lit. Comp. v. 12b), pues la
persona queda llena de un
sentimiento de satisfacción. Este
era el sentimiento del salmista
(Sal. 4:6, 7) al gozar del favor de
Dios.
En cambio, como todo el deseo de los
malvados es hacer el mal, sólo están
satisfechos cuando lo llevan a cabo
y les resulta abominación repugnante
el apartarse del mal.
Versículo 20
Los que quieran conservarse buenos
han de buscar buenas compañías, y el
buscar estas compañías será una
buena prueba de su bondad y
prudencia (los hombres se conocen
por los compañeros y amigos que
escogen). Dice el refrán español:
‘Dime con quién andas y te diré
quién eres’. En cambio, son
innumerables los que se han echado a
perder por las malas compañías (V. 1
Co. 15:33).
Versículo 21
Aquí se describe al mal, a la
adversidad o a la desgracia,
corriendo tras el malvado hasta
darle alcance. Quizá prospere por
algún tiempo, pero su condenación no
se tarda (v. 2 P. 2:3), aunque él
crea que no le va alcanzar. En
cambio, Dios (implícito, pero
probable) recompensará (con) el bien
(lit.); no siempre en esta vida,
pero de cierto en el cielo.
Versículo 22
Una de las bendiciones más estimadas
por un israelita era dejar una buena
fortuna a sus herederos: «a los
hijos de sus hijos», incluyendo en
los nietos a todos sus descendientes.
La mejor fortuna que se les puede
dejar es la bendición de Dios y sus
promesas (comp. Sal. 103:17),
mientras que las riquezas del
malvado no permanecen en su familia,
sino que van a parar a la familia
del justo. Así vemos que la fortuna
de Amán fue a las manos de Mardoqueo
(lit. Mordecay), como vemos en Est.
8:1, 2.
Versículo 23
El sentido más probable de este
difícil versículo es: «El duro
trabajo del pobre arrendatario
produce abundante fruto para el
dueño, mientras apenas le queda algo
al que trabaja el difícil terreno.
Esto no es equitativo, pero aún
queda otra injusticia mayor: Hasta
eso mismo que le queda al
arrendatario, se lo arrebatan». Las
modernas versiones evangélicas (New
American Standard Tranlation, New
International Version, La Biblia de
las Américas) dan bastante bien este
sentido. Las versiones católico—romanas
modernas (Biblia de Jerusalén, Nueva
Biblia Española, La Sagrada
Escritura-comentario de los jesuitas)
se apartan totalmente del texto
hebreo, ya sea en la primera parte
del versículo o en la 2a.,
para seguir a los LXX.
Versículo 24
Por contraste, este versículo es muy
fácil de entender y es muy bien
conocido. «El que escatima la vara
(lit.), es decir, el que no corrige
debidamente (con vara de padre, no
de tirano) y a tiempo, a su hijo
aborrece, es decir (según el
frecuente uso bíblico de este verbo),
no le ama como conviene y debe. Pero
el que lo ama de veras, desde
temprano (antes de que hayan echado
raíces los hábitos viciosos) lo
corrige.
Versículo 25
Es una dicha para el justo tener
siempre suficiente para comer y
saber cuándo tiene suficiente. En
cambio, es una de las miserias del
malvado el no tener nunca bastante
por no sentirse nunca satisfecho.
Aun su vientre tiene necesidad, no
porque le falte lo necesario, sino
porque es insaciable.